El mejor regalo que me has hecho es hacerme creer en el amor, algo que me parecía imposible.
¿Amor?
Me refiero al amor infinito e incondicional. Ese amor que te hace sonreír a cualquier hora del día sin ningún motivo aparente.
Ese amor que es fácil, simple, sencillo, que no necesita de grandes actos, ni de grandes sacrificios.
Ese amor que me ensancha el corazón desde dentro.
Que irradia luz, que arranca sonrisas.
El amor tiene diferentes formas, estados, momentos, y maneras de ser y ser vivido.
Amamos a personas muy diferentes y de maneras muy diferentes, pero este amor del que hablo es ese que se ve solo en raras ocasiones, y que solo con sentirlo cerca te das cuenta de que es especial.
Tengo la suerte de conocer personas que irradian ese amor, ese tipo de parejas que solo con conocerlas ya te das cuenta de que estarán juntas toda la vida. Esas personas que te hacen pensar que si quisieras escribir una historia de amor, tendría que ser sobre ellos.
Y por supuesto, tengo la suerte, de tenerte a ti, que después de tanto tiempo, aun me haces sonrojar cuando pienso en lo mucho que te quiero.
Te quiero sin necesidad, sin obligación, sin frustración, sin enojos, sin deber ni deberes.
Te quiero porque me haces ser mejor cada día. Porque ves en mí cosas tan buenas que ni yo misma vi.
Porque a tu lado las risas son interminables, los días son un sinfín de aventuras y la vida una fracción maravillosa de tiempo en la que disfrutar de todo a tu lado.
Te quiero porque no me pides nada, porque no te pido nada.
Te he querido sin querer, aunque nunca quise quererte.
Me has enseñado a amar la vida, a vivirla y no solo a dejar que pase, a ver todo de una manera diferente, real, vibrante.
Me has enseñado que nada es suficiente y que no todo es necesario.
Pero sobre todo me has enseñado a ver, aprender y vivir diferente.
Y todo esto sin ni siquiera intentarlo.
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