Leer “Las huellas del jardín (Parte 4)”
A la mañana siguiente mientras caminaba hacia el trabajo, un hombre se le acerco y empezó a caminar a su lado. Llevaba una gabardina gris y un sombrero del mismo color que hacían imposible ver su rostro.
- Roció – dijo con una voz que helaba la sangre.
- ¿Quién eres? Y, ¿por qué sabes mi nombre?
- Deja las cosas como están, no eres nadie y no podrás cambiar nada, simplemente olvídate de todo lo que has visto. Es lo mejor para ti y tus amigos. – Esto último sonó como una amenaza, pero antes de que pudiera contestar el hombre ya la había dejado tan atrás que casi no alcanzaba a verle.
Durante toda la semana siguió pensando en cómo podría ayudar a Ralaura y todos sus habitantes, había decidido no dejarse asustar por aquel hombre extraño.
Durante sus clases se dedicó a observar a sus alumnos. Aunque siempre había pensado que los niños de hoy en día no utilizaban tanto su imaginación nunca se había percatado hasta que punto habían perdido la capacidad de imaginar. Ahora los observaba con más atención y se daba cuenta de que con toda la tecnología a su alrededor, y las horas que pasaban frente al televisor, los niños no imaginaban pero no por falta de imaginación sino por falta de necesidad, sus horas estaban ocupadas en juegos que ya les daban todo hecho y cuando no estaban jugando estaban sentados frente a aquella pantalla que tampoco los incitaba en lo más mínimo a utilizar el poder de su mente.
El sábado se levanto cuando aún no había amanecido y se preparo entusiasmada para la llegada de Kandur que le había prometido visitarla y llevarla a Ralaura para pasar el día.
- Kandur creo que se cómo podría ayudar a Ralaura y a vosotros. Quizás no será un gesto demasiado importante pero tal vez sea una pequeña manera de empezar.
- ¿Qué has pensado? – contestó Kandur intrigado.
- Creo que podría utilizar mi posición como profesora, para crear juegos y actividades para que mis alumnos vuelvan a utilizar su imaginación, dar rienda suelta a toda la fantasía que les está siendo recortada en su día a día. Sé que es una porción muy pequeña de niños a los que puedo llegar, pero por algo hay que empezar. ¿Qué opinas?
- Roció yo confío en ti, y cualquier cosa que puedas hacer para ayudarnos sera buena – dijo sonriendo.
Aquel lunes Roció estaba deseando llegar al trabajo, había diseñado nuevos juegos y actividades que desafiaría a sus alumnos a poner en práctica el poder de su mente.
Al principio los niños parecían confundidos ante la explicación del juego, ninguno parecía tener claro que hacer. Pero al cabo de un rato y con la ayuda de Lucía; una niña de ojos marrones sonrientes y su alumna preferida, que había tomado la iniciativa en el juego; los niños corrían gritando frases como “no vayas por ahí, el ogro puede entrar en aquel túnel, vamos por este, que es más pequeño”, “no toques ese árbol es venenoso”,…
Fascinada y feliz Rocío los miraba, pensando en lo fácil que había sido que aquellos niños volvieran a creer. “Si tan solo pudiera llegar a más niños” pensaba mientras reía al verlos disfrutar al aire libre sin ningún aparato electrónico en sus manos.
La semana paso rápido, y por fin era sábado y podría volver a Ralaura. En cuanto vio a kandur supo que algo había pasado, sus alas brillaban más de lo normal, y su sonrisa era aun más grande. Sin embargo este no quiso decirle nada.
- Espera y veras – fue lo único que dijo.
Continuará…
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