Leer «Las huellas del jardín (Parte 6)» o Leer desde el principio

Todo se quedó en silencio y lo único que se escuchaba era el llanto de Rocío que arrodillada, metía las manos en el montón de cenizas en el que aquellos seres habían convertido a Kandur. No podía creer que su amigo estuviera muerto, y todo había sido su culpa. La guerra había acabado, si aquellos seres no habían tenido ningún escrúpulo en matar a su amigo, no habría nada que no fueran capaces de hacer y Rocío no quería poner a nadie más en peligro.

Poco a poco el jardín se fue iluminando, la luz alumbraba el árbol que entraba en su jardín desde la casa vecina, Rocío no se daba cuenta, seguía llorando sin levantar la vista de las cenizas, pero al escuchar el cantar de unos pájaros se giró y vio lo que estaba pasando.

El árbol ahora desprendía una luz cegadora, y cientos de pájaros estaban posados en sus ramas desnudas mirándola y cantando. La melodía tenía un tono triste, como si todos aquellos animales estuvieran acompañándola en su dolor. Cada vez más pájaros se unían al canto hasta que llego un momento en que era imposible ver el árbol.

Entonces uno de ellos voló hacia ella, al posarse justo a su lado vio que no era como los demás, sus plumas brillaban con la luz, al igual que las de Kandur y mientras lo observaba el pájaro se fue haciendo cada vez más grande, después se tapo con sus propias alas, la luz que alumbraba el árbol ahora parecía alumbrarlo solo a él. Al abrir las alas de nuevo, pudo ver que frente a ella se encontraba una mujer, a pesar de que tenia alas, su cuerpo y su cara eran perfectamente humanos, incluso tenía brazos y piernas, y las alas ahora tenían el mismo efecto que una capa. La mujer se arrodilló junto a ella y la abrazó.

Rocío no pudo contener las lagrimas, y se rindió a su pena dentro del abrazo de aquella extraña mujer. Después de uno minutos, dejo de llorar, y miro a aquella mujer a los ojos, era extraño, a pesar de que no recordaba haberla visto nunca, le resultaba extrañamente familiar. 

  • ¿Quién eres? – preguntó cuando por fin pudo volver a hablar. 
  • ¿Aun no me recuerdas? – contestó aquella mujer sonriéndole cariñosamente. 
  • ¿Nos conocemos? La verdad es que me resultas muy familiar, y tengo la sensación de conocerte, pero no puedo recordar de que… – respondió Rocío con total sinceridad, pues aquella mujer le transmitía confianza aun sin ni siquiera conocer su nombre. 
  • Supongo que es normal que no te acuerdes de mí, después de todo hace muchos años, y la última vez que nos vimos no fue demasiado agradable. Entiendo que tu mente haya querido borrar mis recuerdos. 

Rocío no supo que contestar, y simplemente se quedó callada observándola. 

  • Soy Jolene, tu amiga imaginaria de la infancia, tú me creaste.

Continuará…

Categorías: Relatos

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