Todos sabemos que son nuestros padres quienes nos educan, los que nos preparan para ser quienes seremos durante el camino de nuestra vida.
En mi caso, quien me educó para ser la persona que soy hoy. Quien más me ha enseñado y de la que aún hoy sigo aprendiendo; aún sigo llamándola cada vez que necesito sabio consejo; es mi madre.
Mi madre que me ha dado y me sigue dando todo. Que ha llorado, reído, sufrido, cabreado y celebrado conmigo.
A la que he causado más canas que la edad.
Ella, que cada día me sigue animando, inspirando y sorprendiendo.
Como ya he dicho me enseñó todo, pero algunas de estas enseñanzas se me quedaron grabadas tan a fuego que a día de hoy las utilizo a diario.
Podría decir que predico su palabra.
Algunas de estas enseñanzas, que ella; al igual que los grandes filósofos; plasmaba en frases celebres, fueron:
- “Lo que más duele en la vida es la ignorancia”.
Esto me lo decía muy a menudo, porque con mi carácter, (no aguantaba un soplio en un ojo, como ella también solía decir), era muy necesario.
Yo siempre saltaba a la mínima, entrando al trapo de cualquiera, es por eso que esta frase me la repetía una y otra vez.
- “Las cosas mal hechas, hay que hacerlas dos veces”.
Esta frase era muy típica cuando me mandaba a limpiar la barandilla de las escaleras (de esas que tienen mil recovecos y barritas que van dando vueltecitas creando pequeñas esquinas imposibles de limpiar).
Yo, obviamente como buena niña, pasaba un trapito rápido y seguía jugando. Entonces ella me preguntaba si ya había terminado, yo contestaba que si, y entonces iba, miraba la barandilla (no es que hiciera falta, era imposible limpiarla tan rápido y además me conocía de sobra), y entonces con esta gran frase me mandaba a limpiarla de nuevo.
Lo más gracioso de esto, es lo útil que me ha resultado de mayor. Mil veces la he usado en mi trabajo y en mi vida diaria y más de mil me la he repetido a mí misma.
Por supuesto siempre precedido de “mi madre siempre decía…”, no quiero venir yo a quitarle méritos.
- “Te vacías como las papas”.
Esta frase, un poco…peculiar (yo nunca, ni antes ni ahora, le encontré sentido) pero venia a significar que no podía callarme nada. Todo lo contaba. Y no estoy hablando de secretos ni nada de eso, sino de ese tipo de cosas que no tienes porque decir porque no es necesario que las sepa todo el mundo. Y es que de pequeña, yo no entendía que a veces es mejor ser discreta e inteligente a la hora de a quien cuentas que.
Y de aquí viene otra muy mítica también:
- “Tú, ver, oír y callar”.
Esta frase es la razón por la que soy observadora, y por la que probablemente me he ahorrado y me sigo ahorrando muchos problemas. Aún la escucho a veces cuando me veo en una situación en la que sé que mi madre hubiera usado esta frase.
A parte de estas, y muchas más, también decía todas esas frases típicas de madre; las cuales yo creo que les enseñan en un curso súper secreto para madres primerizas que hay a nivel mundial; como:
- “Si estas aburrido, métete en agua”.
- “Estarán en su sitio. ¿A qué voy yo y las encuentro?”
Y todas las demás, que no es necesario repetir porque seguro que todos las hemos escuchado mil veces.
Todas estas y muchísimas cosas más, tantas que sería imposible escribirlas todas, fue lo que me enseñó y me sigue enseñando mi madre.
Por eso quiero agradecerle por todo lo que ha hecho, hace y sé que seguirá haciendo.
¡¡Gracias Mama!!
Por supuesto, si os apetece, en los comentarios podéis dejar alguna frase célebre de vuestras madres.
Os animo a predicar su palabra.
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